Solía anotar los pensamientos que se le ocurrían durante su errabundeo, junto con expresiones zen, notas sobre geografía, admoniciones a sí mismo y, de vez en cuando, toscos bocetos de cosas interesantes que veía. Abrió el cuaderno, empuñó el pincel y se quedó mirando la hoja de papel en blanco. Musashi escribió: «No me arrepentiré de nada». Aunque anotaba con frecuencia resoluciones, había observado que el mero hecho de ponerlas por escrito servía de poco. Tenía que repetírselas cada mañana y cada noche, como si fuesen una escritura sagrada. Por ello siempre procuraba elegir palabras que fuesen fáciles de recordar y recitar, como poemas