Estábamos tan pobres, con un débil capital de un millón de yenes, y éramos muy conscientes de que corríamos un riesgo inmenso. Apostábamos a levantar un sector industrial en un momento en que toda la industria de nuestro país estaba destruida. Nos planteábamos absurdamente vender motores mientras que, en lo inmediato, la gente era demasiado pobre para comprar siquiera nafta, y sabiendo que más adelante, si la situación mejoraba, por cierto preferirían comprar autos en lugar de motos. El menor análisis prospectivo que hiciéramos nos fallaba en contra.