La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad.
Las obras de arte hablan de sus autores, introducen en el conocimiento de su intimidad y revelan la original contribución que ofrecen a la historia de la cultura.
Amemos al hombre, a cada hombre, mujer y a cada niño, porque son parte de la humanidad que amamos.
El matrimonio es la comunión de vida. Es la casa. Es el trabajo. Es el cuidado de los hijos. Es también alegría y esparcimiento comunes.
De la celebración dominical surgen los motivos de alegría y esperanza, que dan nuevo sabor a la vida de cada día y constituyen un antídoto vital contra la posible tentación del aburrimiento, la falta de sentido y la desesperación.
La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas.
La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
Dios no es un ser indiferente o lejano, por lo que no estamos abandonados a nosotros mismos.
El desarrollo es el nuevo nombre de la paz.
La democracia necesita de la virtud, si no quiere ir contra todo lo que pretende defender y estimular.