Si empiezas a conquistar Viena, conquista Viena.
Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su fortaleza.
Es más fácil engañar que desengañar.
Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.
La crítica debe hacerse a tiempo; no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos.
El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar.
Vivir no consiste en respirar sino en obrar.
Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni pintar un cuadro; no puede ser tan elegante, tan pausada y fina. Una revolución es una insurrección, un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra.
Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo.
El arte de vencer se aprende en las derrotas.