A veces me he equivocado de camino, pero he aprendido que no sirve de nada lamentarse: tendré que asumir el error y recuperar ese tiempo perdido en la carrera.
Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira hacia tu alrededor y admira las cosas bellas en el camino. Sube despacio, firme y disfruta cada momento hasta llegar a la cumbre.
El hombre vive de emociones, no del currículum.
Deja que el instinto guie tus pasos... el te llevará donde más quieres.
En la montaña aprendes que eres muy pequeño, una piedrecilla que baja o una tormenta te pueden eliminar del mapa, y eso me hace relativizar mucho las cosas y entender lo que es importante.
La presión debe convertirse en motivación positiva para poder rendir más.
En la Diagonal de los Locos, travesía de la isla de la Reunión, 24 horas de carrera, me puse a llorar a 20 kilómetros de la meta: iba tan cansado que para distraerme imaginé lo que sentiría al cruzar la línea. Ganar fue menos emocionante.
Se gana contra uno mismo.
Conocemos perfectamente nuestro cuerpo, pero no sabemos nada de nuestro cerebro, y te puede jugar muy malas pasadas.
Dentro de 40 años no voy a acordarme si llegue el primero o el segundo, Me acordare de las emociones que he sentido...