El alcalde de Reggio Calabria me ha acusado de querer dar una moneda a un niño discapacitado. En realidad, le he dado un crucifijo que me regaló mi mujer y que he llevado en el bolsillo durante tres o cuatro años. Es un crucifijo que mi mujer había comprado en Fátima. Evidentemente, tengo mala suerte, incluso cuando hago un gesto afectuoso me critican.